Seguramente al hablar de riesgo de crédito, se piensa que es
uno de los universalmente más conocidos de los riesgos financieros. En primera
instancia, el riesgo que se puede correr es que uno como empresa no sea pagado
por su deudor. Sentir que la entidad financiera que nos facilita un préstamo se
toma el riesgo que no le paguemos nuestras cuotas.
Hay una definición del riesgo de crédito acuñada en una
norma por la SBS, y es “La posibilidad de pérdidas por la incapacidad o falta
de voluntad de los deudores, contrapartes, o terceros obligados, para cumplir
sus obligaciones contractuales registradas dentro o fuera del balance”.
Ello nos hace ver que no necesariamente el riesgo de
crediticio no solo tiene que ver con los créditos, puede tratarse de
inversiones, ya sean los bonos que emiten empresas privadas y el Estado. U obligaciones “contingentes”, es decir, las
deudas que dependen de la realización de un hecho u obra. Se trata de las
finanzas emitidas por los bancos (el banco tiene el riesgo de que el deudor
principal no pague o no cumpla con alguna otra obligación, como la de construir
bien una obra, y si no lo hace, tendrá que pagar y, además, tratar de recuperar
el pago que hizo con ese deudor).
Pero qué hacer o cómo afrontar este riesgo. Conociendo que
la gestión de riesgo crediticio es la que en estos años se ha ignorado más en
cuanto a sus principios básicos. He aquí un pequeño listado para mitigarlos y
estar bien protegidos.
- Adecuado entorno organizacional y gobierno
corporativo: desde la ata dirección se debe estar interesado en la correcta
gestión de riesgo de crédito, lo que implica el involucramiento del resto del
personal y los medios apropiados para llegar a la meta y cumplir la misión.
- Aplicar estrategias crediticias: Cuando todos en
la empresa están direccionados correctamente, los riesgos de malas sorpresas
son mucho menores. Ello incluye tenerlas no sólo para el riesgo de contraparte
sino para el riesgo país. Tener mucho cuidado con los diferentes tipos de
concentraciones individuales y de cartera (sectoriales, geográficas, etc.).
- No solo basta con poder pagar, sino querer pagar: la capacidad de pago de un cliente debe evaluarse de forma real, sin sobrevalorar los ingresos de éste ni subestimar los potenciales riesgos para esa capacidad de pago. Hoy en día la central de riesgo es útil, pero no basta. Importante tener presente que existe deudores con malos antecedentes crediticios o de comportamiento y que no necesariamente aparecen en las centrales.
- Cuidado con los desembolsos: frecuentemente las
aprobaciones crediticias se da luego de unas de exámenes y condiciones para
posteriormente desembolsar. Como una serie de verificaciones sobre un nuevo
cliente, o documentarias sobre la operación, o la realización de ciertas
condiciones “precedentes”, o la toma efectiva de ciertas garantías (como las
hipotecas, por ejemplo), cuando se ha decidido pedirlas. Esas condiciones son
lo que se llama “mitigantes del riesgo”.
- Correcto seguimiento del riesgo: no basta
conformarse con una buena aprobación crediticia y un buen control de los
desembolsos. No solo se debe seguir la calidad crediticia del deudor, sino la
de los accionistas del deudor si se trata de empresas, así como la de sus
clientes y proveedores, y sin olvidar el seguimiento de la situación de los
segmentos económicos en los que operan.
- Buena gestión del riesgo operacional y un buen
dispositivo de control interno permanente: aspecto olvidado en muchas
organizaciones, si no se gestiona bien el riesgo operacional, las pérdidas
crediticias pueden verse maximizadas. Y
pocas cosas ayudan tanto a una buena gestión del riesgo operacional como un
buen dispositivo de control interno permanente, no confundir con las auditorías
y acciones de control a posteriori, sino procedimientos de doble validación en
las diferentes etapas del proceso crediticio, o como controles jerárquicos
frecuentes, pero que permiten impedir que situaciones indeseables se salgan de
control.
Ser consciente de todos los factores de riesgo, no se pueden evitar completamente, podemos tomar medidas de mitigación adecuadas y desarrollar incluso políticas comerciales más agresivas que incluyen el aprovechamiento de los períodos de turbulencia, guardando un máximo de factores bajo control.
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